Página 35 - catulo

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LXIV
Peliaco quondam prognatae uertice pinus
dicuntur liquidas Neptuni nasse per undas
Phasidos ad fluctus et fines Aeetaeos,
cum lecti iuuenes, Argiuae robora pubis,
auratam optantes Colchis auertere pellem 5
ausi sunt uada salsa cita decurrere puppi,
caerula uerrentes abiegnis aequora palmis.
diua quibus retinens in summis urbibus arces
ipsa leui fecit uolitantem flamine currum,
pinea coniungens inflexae texta carinae. 10
illa rudem cursu prima imbuit Amphitriten.
quae simulac rostro uentosum proscidit aequor
tortaque remigio spumis incanduit unda,
emersere freti candenti e gurgite uultus
aequoreae monstrum Nereides admirantes. 15
illa, atque haud alia, uiderunt luce marinas
mortales oculis nudato corpore nymphas
nutricum tenus extantes a gurgite cano.
tum Thetidis Peleus incensus fertur amore,
tum Thetis humanos non despexit hymenaeos, 20
tum Thetidi pater ipse iugandum Pelea sensit.
o nimis optato saeclorum tempore nati
heroes, saluete, deum genus, o bona matrum
progenies, saluete iterum, <saluete, bonarum>! 23b
uos ego saepe meo, uos carmine compellabo,
teque adeo eximie, taedis felicibus aucte 25
Thessaliae columen Peleu, cui Iuppiter ipse,
ipse suos diuum genitor concessit amores.
tene Thetis tenuit pulcerrima Nereine?
tene suam Tethys concessit ducere neptem
Oceanusque, mari totum qui amplectitur orbem? 30
Quae simul optatae finito tempore luces
aduenere, domum conuentu tota frequentat
Thessalia, oppletur laetanti regia coetu:
dona ferunt prae se, declarant gaudia uultu.
deseritur Cieros, linquunt Phthiotica Tempe 35
Crannonisque domos ac moenia Larisaea,
Pharsaliam coeunt, Pharsalia tecta frequentant.
rura colit nemo, mollescunt colla iuuencis,
non humilis curuis purgatur uinea rastris,
non glaebam prono conuellit uomere taurus, 40
non falx attenuat frondatorum arboris umbram:
squalida desertis rubigo infertur aratris.
ipsius at sedes, quacumque opulenta recessit
lomos con tu cola, aguanta tus latigazos, haz que los
parajes todos retumben con tu atronador rugido, agita
fiero tu melena roja en tu musculoso cuello." Esto
dice la amenazadora Cibeles y desata de su mano las
riendas. La fiera, espoleándose, infunde rabia a su
corazón, avanza, ruge, rompe las zarzas con sus pasos
sin rumbo. Y, cuando llegó a los húmedos parajes de
la playa de blanca arena y ve a la tierna Atis cerca de la
marmórea superficie del piélago, la ataca; ella,
enloquecida, huye a los bosques salvajes: allí siempre
fue esclava durante toda su vida.
Gran diosa, diosa Cibeles, diosa señora de Díndimo,
lejos de mi casa quede, señora, todo tu arrebato:
enloquece a otros, pon frenéticos a otros.
LXIV
(203) Cuentan que pinos nacidos antaño en la
cumbre del Pelión surcaron las líquidas olas de
Neptuno hasta la corriente del Fasis y los territorios de
Eetes, cuando jóvenes escogidos, flor y nata de la
juventud argiva, que deseaban arrebatar el vellocino de
oro a los de Cólquide(204), se atrevieron a navegar el
salobre mar con su rápida popa, barriendo la azulada
superficie con su remos de abeto. A ellos la diosa que
tiene su bastión en lo más alto de las ciudades(205),
ella misma, les hizo un carro que volaba con ligera
brisa, uniendo maderas de pino entretejidas a la
combada quilla, la cual, la primera, inició en la
navegación a la inexperta Anfitrite(206); y, en cuanto
hendió con el espolón el mar movido por los vientos y
las olas erizadas por el remo encanecieron de espumas,
emergieron del brillante torbellino unos rostros
serenos, las marinas Nereidas, que se admiraban del
prodigio. Aquel día y no otro vieron los mortales con
sus ojos a las Ninfas marinas(207) con el cuerpo
desnudo, que emergían hasta el pecho del blanco
torbellino. Se cuenta que entonces Peleo se encendió
de amor por Tetis, que Tetis entonces no desdeñó la
boda con un humano, y el Padre mismo(208) pensó
entonces que Peleo debía unirse a Tetis.
¡Oh héroes nacidos en la más añorada época de los
siglos, salud, estirpe de dioses, noble descendencia de
madres nobles, salud otra vez, salud! A vosotros, a
vosotros, sí, a menudo en mi canto invocaré, y muy
especialmente a ti, encumbrado por felices nupcias,
Peleo, columna de Tesalia, a quien el propio Júpiter, el
propio padre de los dioses te concedió a su amada.
¿No fue acaso tu dueña la bellísima Tetis, hija de
Nereo? ¿No te autorizó Tetís a que te casaras con su
nieta y Océano(209), que abraza la tierra entera con el
mar? Tan pronto como llegaron esos días deseados,
cumplido el plazo, Tesalia entera llena en tropel la
casa, de alegre reunión se colma el palacio: llevan en
sus manos regalos, muestran la alegría en su rostro.
Queda desierta Cíeros, abandonan Tempe de Ptía, las
casas de Cranón y las murallas de Larisa; van juntos a
Farsalia, pueblan las casas de Farsalia(210). Nadie