“Este vino es un

néctar de los dioses”

El néctar era la bebida con que los dioses del Olimpo regaban sus banquetes. Exquisito aunque algo monótono y empalagoso, procuraba la felicidad y la inmortalidad a quien lo tomaba. Se llama néctar también al jugo azucarado que producen algunas flores y que liban las abejas para elaborar la miel.

Se describe el néctar mitológico co­mo un licor suave, de color grana­te. Según algunos, como un vino tinto báquico de sobrenaturales pro­piedades, o, según Homero, como una bebida elaborada a base de hidromiel o miel sometida a fermentación alcohó­lica. En todo caso, son varios los autores modernos que sostienen que en el néctar que consumían los inmortales durante sus banquetes entraban com­ponentes euforizantes e incluso alucinógenos. Éstos les procuraban, ade­más de la inmortalidad, el ektasis o «vuelo del alma liberada del cuerpo», superior al efecto del vino que lleva a Sócrates y los suyos a mantener diálo­gos metafísicos de altura, en la sobremesa de los ban­quetes platónicos. El propio Dioniso/Baco y su cortejo de sátiros, orates y sacerdotisas bacantes, solí­an ir por la vida «embriagados de néctar», quizá compuesto en este caso de vino con hidro­miel, delirantes hojas de hie­dra machacadas y polvo de una seta alucinógena, la ama-nita muscaria u «hongo de los gnomos».

Robert Graves es uno de los que creen que tan­to la ambrosía como el néc­tar incluían setas alucinógenas, cuales la amanita muscaria o matamoscas y el Panaeolus papilionaceus, un hongo de estercolero, que también produce alu­cinaciones inocuas y, al pare­cer, muy placenteras. El   néctar  era   una transposición del so­ma védico que con­fería la embria­guez divina y la inmor­talidad en la tradición brahmánica y que, según unos, se

obtenía por fermentación de la planta asclepia acida, o, según otros, como Cordón Wasson, de la muscarina pro­cedente de la amanita muscaria. Generalmente, con el paso del tiempo se funden y confunden el néctar y la ambrosía. La ambrosía (de a, sin, y brotos, mortal), alimento «nueve veces más dulce que la miel» y de aroma ine­fable, era como un muesli de cebada con frutas, menta y aceite, el kikeon, posiblemente aderezado con un opiá­ceo, que ingerían los reyes y los inicia­dos a los misterios de Deméter/Ceres, mientras el pueblo se conformaba con comer bellotas, malvas y asfódelos o gamones. Otros sostienen que el kike­on o agua de cebada sacramental, que se tomaba en el otoño -época de las se­tas, consideradas por los griegos como el alimento de los dioses-, llevaba psilocibina, extracto de la seta alucinóge­na Psilocibe semilanceata, además de muscarina y tizón u hongo del centeno. Tántalo es condenado al suplicio eterno de no poder comer ni beber, por haber robado a los dioses el néctar y la am­brosía para dárselos a los humanos y hacerlos inmortales. El efebo Ganímedes, amante y copero de Zeus/Júpiter, escanciaba el néctar psicodélico en las copas de los dioses olímpicos, procu­rando que nunca estuvieran vacías mientras disfrutaban de sus veladas musicodanzantes, amenizadas por la lira de Apolo y las Musas.

Pedro Monedero

Ilustración: Sean Mackaoui

(Lecturas recomendadas: La lliada y La Odisea, de Hornero; Epinicios, de Píndaro; Simposíacas, de Plutarco; Los mitos griegos, de Robert Graves).